jueves, 14 de marzo de 2013

Los orígenes del traje y las primeras manifestaciones


Al margen de las modas, la indumentaria tradicional de Llanes tiene antecedentes lejanos.
Uno de los primeros documentos que tenemos sobre el traje la escribió Laurent Vidal, cronista oficial de Carlos V que, al desembarcar por accidente en Tazones se vio muy sorprendido por la indumentaria de estas gentes:



"A mi parecer, no podría comparar mejor esos adornos que con esas mujeres de pueblo que han cargado en la cabeza ocho o diez pisos de colmenas cubiertos con una tela, o con una mujer que se hubiese revestido la cabeza con una gran cesta de cerezas, pues así son de altos y anchos por encima esos adornos.
Las mujeres van allí, como los hombres, la mayor parte del tiempo sin calzas, y si las llevan son anchas y rojas y llenas de frunces, a causa de que no llevan ligas. Yo vi algunas que llevaban botas hasta media pierna, y creo que a la mayoría de estas mujeres no les hace falta peineta ni cordones para sujetarse el pelo, pues debajo de esos altos adornos llevan muchas negras y grises lentejuelas...
Igualmente las chicas casaderas van  pobremente vestidas y la mayoría con tela de lino o con un pobre refajo sin mangas y tundido, teniendo las orejas horadadas para colgar de ella en día de fiesta, cuando van a divertirse, a la vez crucecitas de plata, pendientes y otras chucherías a su gusto; Alrededor del cuello llevan, a manera de collar, rosarios de azabache, a veces de ámbar o coral y también cordones negros llenos de nudos...; y a dichos collares, cuelgan y atan alfileres y otras menudencias,  Los días de hacer van con los pies desnudos y vestidas tan sobriamente, por lo cual no parecen tan bellas como parecían si estuvieran mejor vestidas".


Ahora bien, lo que actualmente conocemos como “traje tradicional” está basado en la indumentaria que vestían las gentes del pueblo llano a lo largo del siglo XIX.
Los cambios en la cultura tradicional empiezan a manifestarse en el siglo XIX, culminando en las primeras décadas de la pasada centuria.

Asimismo se va a originar una asimilación entre las indumentarias de esta época y la religiosidad popular, especialmente a lo que se refiere en las ofrendas del “ramo”, esas estructuras de madera con variada morfología que se engalanan con cintas y flores para ofrecer pan, flores y otros productos señalados a la Virgen. Este es un fenómeno lo suficientemente complejo como para dar origen a una indumentaria bien diferenciada, “el traje de llanisca”, que desde las últimas décadas del siglo XIX hasta nuestros días es de obligado uso para toda mujer que quiera participar en la ofrenda del ramo en los concejos de Llanes, Cabrales, Onís, Cangas de Onís, Ribadesella y Ribadedeva.

La evolución formal del traje ha afectado más a la decoración, telas y colores, que a la propia forma del mismo.

La Guerra Civil dejó paso a un mundo rural hundido en la miseria y en la necesidad. No por ello el sentimiento festivo desaparece, y apenas finaliza la contienda vuelven los ofrecimientos de ramos.
Con los ofrecimientos vuelven las mozas ataviadas de aldeana y con ellas los trajes que se usaban con anterioridad al enfrentamiento bélico. Poco a poco la comarca comienza a conocer un despegue económico y los trajes empiezan a cambiar. Nuevas telas llegan a los mercados llaniscos. El tergal arrincona a los paños tradicionales. Las finas muselinas y el crisaten dejan su sitio al hilo bordado. Los agremanes desaparecen del mercado, se bordan los motivos sobre tira de tul y directamente sobre la tela de la falda.
La uniformación se hace cada vez más patente. Mandil, justillos, banda y pañuelo se constituyen en una misma tonalidad. Cada vez se tiende más a la riqueza y al abigarramiento.

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